jueves, 12 de julio de 2012

¿Quién vigila al que vigila?

El sol se filtraba entre la espesura amarilla del prado, dibujando sombras que parecían sostener el mundo entero. El atardecer estival encajaba a la perfección con una sonata de Beethoven: los niños jugaban, el tiempo parecía no pasar…
Frederic Morris clavaba su mirada cansada en aquellos niños, exhalando sus característicos suspiros desde la silla de caoba. La gran silla, siempre bajo aquel olmo, siempre dispuesta en la misma dirección.
Meses atrás el pueblo había consensuado establecer turnos de vigilancia en los prados donde los niños jugaban, para, palabras textuales: “evitar nuevos incidentes y desgracias.” Nadie se atrevió a mencionar lo ocurrido el pasado verano, ni aquel día, ni nunca más. El tema se había convertido en una espesa tela de araña, presente e invisible a la vez en las vidas de todos los habitantes.
Nadie vaciló al señalar al Señor Morris como primer vigilante, y él tampoco puso reparo alguno al aceptar el cargo. El buenazo de Frederic, la bondad personificada, el hombre con demasiado tiempo libre.  
Sonreía al pensar, socarrón, en aquella paradoja; él odiaba a los niños. 
Entonaba una canción tradicional con un hilo de voz casi imperceptible, mientras movía nervioso los pies. El resto de su cuerpo permanecía inmutable, congelado, mientras sus labios delataban que algo estaba surgiendo en sus entrañas.
Observaba la energía, casi tangible, de los muchachos. El calor y las horas pegados a su ropa, la ilusión de que nada importa, el verano en sus pupilas… Él había crecido, había tenido que crecer. Su vida se había deformado, arrastrada por las agujas de un reloj demasiado pesado, hasta convertirse en un horrible engendro. Quería detenerse, luchar contra esa esencia informe y perversa, pero el mundo siguió entrando por sus ojos, sus oídos, sus poros. Y nadie le había ayudado.
Era un víctima del tiempo, una de tantas…
Se levantó, por primera vez en demasiadas horas, de la silla de caoba. Notaba su cuerpo entumecido, sus extremidades demasiado pesadas. Le ardían los ojos.
Se acercó con paso lento a Colin. Aquel pequeñín siempre le había llamado la atención. Jamás se peleaba con nadie, solo corría, saltaba, como si de algún modo pudiera alcanzar algo así. Algo que solo él podía ver.
Agarró su camisa beige y le obligó a girarse. Colin miró extrañado al señor Morris; este juraría haber visto briznas de verdadero terror en sus ojos. Por una vez algo se escapaba al control del muchacho, algo iba mal, algo daba miedo: casi como en la vida adulta.
En un momento de duda, Frederic soltó al chico, pero estaba demasiado enajenado como para dejarle escapar. Como para distinguir el bien del mal.
Sacó su cuchillo del pantalón y sostuvo al chico por los brazos, esta vez con más fuerza.
Los gritos de Colin se fundieron con el viento que movía la hierba alta y amarilla, con las miradas asustadas de los demás muchachos. Con la locura de aquel hombre.
Necesitaba su tiempo para rehacer su vida y no importaba si la gente no comprendía lo que estaba a punto de hacer.
Porque... ¿quién iba a enterarse? ¿Quién vigila al que vigila?

lunes, 9 de julio de 2012

Un mártir más

«Cuando aparece un gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal: todos los necios se conjuran contra él». - Jonathan Swift

Ayer salió en las noticias de La uno. Ese joven había entrado en aquel palacio cercano al juzgado y, con un cierto complejo mesiánico o algo parecido, gritó, aunque sin ningún efecto, a quienes estaban alli:

—¡Fuera de mi templo, mercaderes! No podéis comerciar aquí... ¡No aquí! ¡Fuera!

Cuando la policía acudió —aunque aún no se sabe quién les puso sobre aviso—, halló al muchacho sentado en una esquina, en posición fetal y sollozando, según recogía su informe. En ese mismo acta se transcribió un, cuanto menos, surrealista interrogatorio.

—¿Podría explicarnos cuál era su intención en aquel lugar?
—Yo no tenía ninguna intención, pero tengo miedo señores agentes: ellos la han matado...
—¿Perdone? ¿A quién dice usted que han matado?
—A la más pura de todas... ¡La han matado! —gritaba— ¡La han matado!

Después de dos infructuosas horas de preguntas —tras las cuales los nacionales solo acertaron a definirle como un tipo "listo aunque extraño"— el hombre abandonó el recinto policial bajo el aviso de que la próxima vez que ocurriese aquello, no serían tan indulgentes con él, aunque, en realidad, pudo escapar sin ningún tipo de falta o multa porque aquella sociedad no había interpuesto una denuncia contra él.

El día siguiente, el chico volvió a aquel edificio, solo que esta vez armado con un libro, que cargaba bajo su brazo. Tal y como había ocurrido el día anterior, la gente le ignoró, no llegando siquiera a percibir que estaba allí.

—¡Os dije que os fueseis! ¡Idólatras! ¡Fariseos! ¡Falsos profetas! —decía, en el centro de aquel lugar, justo antes de que el guardia, alerta por lo que había ocurrido el día inmediatamente anterior, se le echase encima por la espalda. El joven se agachó, intentando desembarazarse de aquel imprevisto vulto. El encargado de seguridad cayó de cara al suelo, rompiéndose la nariz y perdiendo el conocimiento. Sin embargo, nadie se percató de ello.

—¡Tiene un arma, disparad!

También el muchacho terminó en el suelo, cerca de la esquina donde le habían encontrado el día anterior.

En el sumario judicial se relata que se confundió aquel libro, de título La conjura de los necios, con una especie de arma semiautomática y que, encontrándose el agente asignado a aquel palacio en el suelo, rodeado de un charco de sangre, las fuerzas del orden se vieron en la obligación de abrir fuego contra el sospechoso.

Fuentes extraoficiales sostienen que estos policías —los mismos que le habían tomado declaración el pasado día— sabían muy bien qué llevaba en la mano y a quién se refería cuando decía que "la habían matado" y que, por ello, le abatieron.

Sinceramente, mi opinión poco vale. Probablemente parezca difícil confundir un libro con una pistola, pero peores cosas se han visto. Además, hay que tener muy en cuenta que la cultura, muchas veces, puede hacer más daño que las balas. Por otra parte, si realmente las llamadas "malas lenguas" tienen razón, este hombre será, tan solo, un mártir más.

miércoles, 4 de julio de 2012

"Gol" para silenciar

Fue un verdadero espectáculo. De veras, lo fue. No me emocionó demasiado ver el balón entrar en la portería, pero me lo pasé de miedo observando a los demás.
Al principio, me enfadó un poco ver en la pantalla al señor Presidente, con su trasero acomodado en un lugar privilegiado de la grada. Sí, el mismo trasero que nos pedía modestia, paciencia y un “pequeño esfuerzo”. ¿Y ningún aficionado le tiró un refresco? ¡Pues sí que había encontrado en el fútbol un buen Prozac para las masas!
No era la primera vez que pensaba eso de “el fútbol como arma política”, pero cualquier crítica sonaba ya demasiado desgastada. Admito que lo de tirarle un refresco al señor Presidente no habría sido muy ético, pero es que en ese momento yo me sentía como en una canción grunge de los 80. Como supuse que nadie allí escucharía grunge, me dediqué, sin que sirva de precedente, a beber cerveza.
También vi en una mesa a unos cuantos progres de esos que llevan en la sangre lo de criticar –con o sin fundamento– poniendo mala cara cada vez que algún cincuentón sudoroso pegaba un grito a la pantalla. Sin duda odiaban el fútbol y toda esa parafernalia de la Eurocopa… ¿He dicho que estaban allí, viendo el partido?
Pero no les faltaba razón a los progres: esos cincuentones puedes llegar a ser realmente molestos; en pleno estado animal, bramando y agitando los brazos.  Me imaginé a su mujer preparándole la cena en casa, ilusionada porque se diera cuenta de que había ido a la peluquería por la mañana. Empecé a pensar en lo deprimente que puede llegar a ser el mundo, así que fui a pedir otra cerveza.
Por el camino me animé un poco. Tenía su gracia avanzar esquivando a toda esa fauna. Las mejores eran las niñas disfrazadas de chicas, que utilizaban una bandera de España como maquillaje, camiseta y pantalón: todo a la vez. Como podréis imaginar, la banderita no dejaba demasiado a la imaginación.
El detonante fue ver la cara del camarero. Parecía una máquina tragaperras, de verdad. ¡Jo, como para no gustarle eso de la Eurocopa! Aquí les dejo una foto:


Así que me reí. Fue una carcajada de lo más sincera, de esas que salen desde bien dentro. Esperaba que la gente me mirara como a una loca, que alguien me preguntara de qué me reía y entonces, sería mi momento: diría todo lo que pensaba y con suerte alguien reflexionaría un poco.  Y ¿saben lo que pasó? El portero italiano la cagó y mi carcajada fue silenciada por un grito común, atronador: "Gol".

martes, 3 de julio de 2012

Entre la piruleta y la aguja.



                                                                                       
La eurocopa trae consigo la enfermedad del nacionalismo férreo y ciego, la penicilina de la conciencia, el orgullo de la ignorancia. Representa el sistema del que tanto nos quejamos y aún así, aplaudimos y seguimos, vitoreamos. Verlo y disfrutarlo te vuelve cómplice del mismo.
Y al final, acaba siguiendo la farsa el pueblo entero. Incluso el profundo y oscuro, el idealista, el que alza y guarda al rebaño entre sus brazos en el duro invierno de una crisis no solo económica si no también moral; cuando no nos acordamos de las banderas. El que sigue ahogado por la mierda mientras ellos tiran la tanda de penaltis. Cualquier cosa que haga sonreír y gritar a un pueblo debería ser respetada, pero no la que condiciona su lucha, su sensibilización, sus dosis de conciencia. Porque estamos ante el condicionamiento de masas una vez más. El mismo que ha estado siempre ahí, forjando los candados que cierran las cadenas que fijan nuestros límites. Saben que somos animales tribales y tenemos la necesidad de sentirnos aceptados en la manada, de una forma u otra.
Es erróneo pensar que viendo a la selección o: -a) "amamos de verdad España y somos mejores españoles", 
-b) "no tiene nada que ver con la política ni la situación actual y lo veo simplemente porque me gusta".
Pero en realidad lo que hacemos es amar y apoyar a esta España que cada día menos se asemeja a la que buscamos con nuestros sentidos. El mundo que todos queremos esta exiliado por el cinismo, por la patraña, por lo que nos lleva a aguantar hostia tras hostia y seguir aguantando con las anestesias que produce el propio sistema para nuestra propia degradación, nuestra decadencia. 
Con leves y entrecortados suspiros sobre heridas que no dejan ni dejamos sanar. Hay que romper de una vez por todas, acabar con esta idea generalizada de un "cambio a medias". Se acabó la desfachatez de decir "- Yo quiero un cambio para ésto, hay que cambiarlo... pero ésto otro que me lo dejen así, que no me interesa cambiarlo". Que todas estas cosas como son la eurocopa y todo lo que la envuelve son la piruleta que le dan al niño por la izquierda mientra le meten tres dedos de aguja por la nalga derecha. A traición, como al ganado. Y por ello hay que cortar por lo sano y decir de una vez por todas y a pleno pulmón que no queremos más putas piruletas mientras haya una aguja detrás, y menos aún una piruleta envenenada. Los jugadores de esta selección lo cierto es que están representando a este país de una forma inmejorable: evadiendo impuestos, metiendo el dinero pal bolsillo y ahuecando el ala con la cabeza alta, como si se tratasen de españoles ejemplares. Eso es lo que es este país hoy por hoy. Hay que empezar a abrir un poco los ojos, que la única patria que tienen esos jugadores es la banca y esa bandera, es solo parte del contrato. 
Y no quiero irme sin recalcar que por si todo esto fuera poco, además estos actos también sirven para fortalecer, excitar y enaltecer esa enfermedad que citaba en la primera línea, ya sabéis a cuál me refiero y si no lo sabéis, aquí tenéis unas fotos de la noche del domingo:

(Fotos de la celebración tras la victoria de España en la Eurocopa)



                               

Así comienza siempre, y si ojeáis un libro de historia por encima, también podréis saber como suele terminar.
Es que acaso a nadie le importa? Ah! Sí, por supuesto, puedo entenderlo...

...ha ganado España.







lunes, 2 de julio de 2012

¿La juventud ilustrada?

«… iam pridem, ex quo suffragia nulli vendimus, effudit curas; nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses.»

                                                                                                     (Juvenal, Sátira 10.77–81)


Obra en un acto.

(Al abrirse el telón se ve a dos jóvenes que entran en escena. Uno, con rasgos asiáticos, vestido con ropa de tonos verdes pastel. Otro, mediterráneo, con una camiseta de la selección española de fútbol. El sillón sobre el que se sientan es gris, igual que el fondo que les rodea. El suelo, a su vez, es negro. En la pared del fondo se pueden ver tres pequeños cuadros de color rojo)


HAO — Yo no entiendo. Esto muy malo. Todo mundo en calle. Más que otras veces. Cosas explotan.
FRAN (Se ríe.) Tranquilo Hao, no pasa nada.
HAO Esto no pasa en China. Yo tres meses aquí. Muchas cosas explotan. Hoy más.
FRANHao, de verdad colega, no te rayes. Lo que ha pasado es que...
HAO (Interrumpiendo.) Nosotros antes estamos allí. ¡Vendrán a por nosotros! ¿Por qué tú querer salir allí?
FRAN ¡Hao, te he dicho que tranqui, hombre! ¡Escúchame! (Hao se levante con las manos en la cabeza intentando hacer algo así como despertanse.) Joder, Hao, por Dios. (Fran se levanta también.)
HAO (Habiéndose situado unos pasos por delante del sofá, aparta la mano que el otro le tiende al hombro sin tan solo girarse para mirarle a la cara.) ¡Tú has metido a mí en un problema! 叛徒.
FRANPero, ¿qué coño me estás contando? Llevo cuidando de ti desde que empezó el semestre, evitándote todos los líos. ¡Hasta me metí de hostias con aquellos maricones que te estaban puteando, desagradecido de mierda! (Vuelve a poner su mano en el hombro de Hao, pero esta vez para darle la vuelta de una forma muy agresiva.) ¡Esto no tiene nada que ver con todo lo que ha pasado estos meses, gilipollas!
HAO(Empuja a Fran, alejándole de sí.) ¡Tú gilipollas! Este tiempo mucha gente. Muchas explosiones. Gritos. Hoy policía mandará nosotros a campo de reeducación por culpa de ti. Tú decir antes de salir que es divertido. ¡Por culpa de ti nosotros en problema!
FRAN — ¿Tú estás tonto? (Hao, aparentemente destrozado, se sienta repitiendo el gesto que hizo al levantarse.) ¿Qué dices?
HAOEso pasar en China una vez. Nosotros... Nuestros padres y los suyos con Libro rojo de Mao en las calles. Creo que vosotros llamar Revolución Cultural. No cierto. No cultura. Un solo libro. Una sola ley. Si tú no de acuerdo, tú reeducado. Si tú no de acuerdo, tú muerto.
FRAN (Se sienta a un lado de su compañero.) ¿Qué?
HAOEn España hay muchas personas gritando contra la ley en últimos días. Últimos meses. Hoy allí tenían fuego, explosiones, muchos gritos. Nosotros estamos allí antes. Demasiada gente. Antes no tanta.
FRAN Pero... es que hemos ganado la Eurocopa...





viernes, 29 de junio de 2012

Una bala en el cerebro iguala a todos los hombres.

El señor Nicklas Herbert pertenecía a ese grupo de gente que veía peligros y amenazas en todas partes, ya fuera en los ojos del cartero o en el modo de tenderle el periódico el kiosquero de la esquina.
Filtrando el humo del cigarro a través de los labios entreabiertos, perforó con altivez al hombre que tenía enfrente: bajo, de constitución fuerte, rozaría la treintena. Pese a que una pequeña estufa caldeaba el despacho no se había quitado la chaqueta de cuero. Aquel hombre debía salvarle la vida.
- Alguien quiere matarme, Peter.
Peter no recordaba el momento en el que había pasado de aceptar emocionantes casos de asesinos en serie a las paranoias de un viejo cualquiera. El problema era que, aunque fuera una paranoia… el hombre que le hablaba no era para nada un Don Nadie.
Conocía al multimillonario Nicklas Herbert desde que era un niño que no levantaba dos palmos del suelo. Criado en Arizona, pronto pasaría de chaval travieso a niño de papá. Y de niño de papá no tardó en evolucionar a multimillonario gracias, sin lugar a dudas, a la bonita herencia de su padre.
- Si cada vez que dijeras esa frase me dieras la calderilla que llevas en los bolsillos seguramente el multimillonario sería yo y no tú. ¿Quién es ahora? ¿El cartero, el lechero? ¿Quizá tu chófer?
- Esta vez es cierto, Peter… - Mordiéndose el labio inferior, Nicklas se mesó un cabello sembrado de espigas blancas – Ya no me atrevo a salir en la radio o en la televisión. Ahí fuera hay alguien que quiere robarme mi dinero, seguramente es un imbécil insatisfecho con su vida que quiere ser el centro de atención del mundo. Se cree que puede superar a la mayor fuerza de seguridad del estado, se cree que el mundo no se movilizará para detenerle…
El detective suspiró, entre hastiado y profundamente cabreado. Los anillos de oro del ricachón arrancaban destellos de la lámpara que iluminaba el cuarto.
- Definitivamente, te has vuelto loco – Peter apagó su propio cigarro en el cenicero y le fulminó con sus ojos azules – No pienso ayudarte. ¿Sabes qué rompió nuestra amistad? Tú. Tú y tu altivez, tú y tus pretensiones de que todo el mundo viviera únicamente para servirte, para admirarte. Y ahora apareces aquí, diez años después de la última vez, con la misma canción. Tu problema es que te crees un dios y no lo eres. El dinero no te hace superior, voy a darte un consejo antes de echarte a patadas de aquí – el detective tomó aire en silencio antes de susurrar – cuando ese hombre te encuentre y te mate, entonces te darás cuenta de que, con una bala incrustada en el cerebro todos los hombres son iguales. 

jueves, 28 de junio de 2012

Donde somos iguales


Mis pantalones valen más que los tuyos. Conozco a más gente que tú. He estado en más lugares que tú. Tengo, valgo más que tú. Así funciona la “sociedad” de estos tiempos, si bien hay días que discrepo hasta en el nombre, ya que el sustantivo sociedad implica un fin común, que ciertamente no tenemos.
Supongo que al principio no éramos más que viajeros grises desprovistos de poder. Las diferencias emergieron cuando empezamos a conquistar el espacio que nos rodeaba y el error radica hoy día en la convicción de que aquello que conquistamos nos hace más grandes. Antes de creer poseer el corazón de una persona, un espacio físico o incluso una vida. De suponer que existe un tiempo que nos pertenece. Antes de todo, éramos iguales.
Si nos deshiciésemos de cuanto creemos nuestro, podríamos hallar en nuestras entrañas el lugar donde todos somos iguales. Mas la clave de la supervivencia -quieran o no admitirlo- es pisar a los demás.
Está en mi naturaleza hallar esperanza en los lugares más oscuros, por lo que no puedo evitar pensar que bajo tanta superficialidad hay personas de verdad, que algún día veremos por dentro… Y que en ese interior, la igualdad existe.
¿Y si todos rescatásemos a aquel viajero gris?

miércoles, 27 de junio de 2012

Igualdad: Sobre el racismo y la xenofobia.



El otro día, cotilleando en perfiles ajenos de la red social Tuenti - y es que  soy  un poco maruja en mis horas muertas- , me encontré con una foto de alto contenido xenófobo. La imagen en cuestión llevaba el "sello" de DN Democracia Nacional), que para quien no lo sepa es un partido político de ultraderecha, totalmente legal y de irrefutable honradez - o eso proclaman sin que ningún eco les contradiga sin tapujos y a la cara-. Este partido que opera con total impunidad y libertad a pesar de la violencia silenciada que arrastran sus actos y miembros en sí, tiene como líder a un personaje de dudosa educación que en su cruzada particular contra la inmigración, ha declarado en varias conferencias, entrevistas y mitines cosas como: << (...) esta es nuestra tierra, y vamos a defenderla, sea como sea>>. Y es que le encanta dejar totalmente claro el racismo que le corroe. Sin embargo, y como os digo, todo totalmente legal y con principios, claro, no como otros partidos como Bildu. Pero ese ya es otro tema.
Volviendo a la imagen - que me voy por los cerros de úbeda- . Tres ovejas de blanco angelical, una de ellas dándole una coz en el culo a una oveja negra, que ya iba encarando hacia Gibraltar de mala manera. Inmediatamente comprobé que, efectivamente, estaba en el perfil de un "viejo conocido". De estos con los que coincides un sábado por la tarde de chiripa, porque tu amigo y su amigo son amigos de su primo. De esos que te envían su petición de amistad el mismo día ya de madrugada. De los que no vuelves a ver vamos. Quise pensar que era todo una terrible mofa, que la habrían subido para ponerles a caldo. Cavilé la posibilidad de cerrar la ventana e irme con ese pensamiento, tranquilo y feliz en mi ignorancia. Pero no, bajé a leer los comentarios de la foto tan rápido como me permitió el movimiento del dedo sobre la ruleta del ratón. Y ahí me quede, albino y como si me hubiesen dado la coz a mi pero en la cabeza. Un desfile de palabras malsonantes y despectivas que decían más por separado que juntas dada la capacidad de los individuos en cuestión para unirlas. Hablaban sobre todo -y fue lo que más me chocó- de la raza aria, de la pureza de las razas arias y el asco que les producía los mestizajes.
Esperé a asimilarlo un poco más, oxigene y me fui directo a buscar alguna foto en la que saliera la cara de los etiquetados sobre las ovejas blancas, en especial la que daba la coz.
Conforme buscaba una foto que salieran todos juntos - tenían pinta de ser el típico grupito de amigos - e iba pasando más y más fotos, mi sonrisa se iba haciendo más grande. Ya para cuando encontré una foto en la que comprobé que salían todos, yo ya reía a plena carcajada. No sé si por no llorar pero el caso es que no me podía aguantar. Y los decibelios iban en aumento conforme iba mirando para uno y para otro. La raza aria española, ya sabéis a cual me refiero.
Me quedé con ganas de comentar, de decirles cuatro cosas, pero será que mi cupo para ese día reventó por los cuatro costados. Y también con la espina clavada de comentar sobre ello, por eso aprovecho para hacerlo hoy. Solo me queda el mal sabor de boca, por no hablar también de la igualdad de género, me vais a tener que perdonar.
Eso sí, luego aún con mi postura frente al racismo, pasará algo y llamaré gilipollas a un magrebí o sudamericano, simplemente porque me pueda parecer un gilipollas; y me llamarán racista.
Pero extrañamente, les diré, que conozco más gilipollas españoles que extranjeros. Y que echaría a todos los gilipollas sin distinción de raza, cultura, sexo o clase social. Eso sí que es igualdad, ¿eh?

martes, 26 de junio de 2012

(des)igualdad


Recibo con notable desconcierto la noticia de tener que escribir acerca de la igualdad. Difícil imaginar una cuestión menos delimitada, sobre la que además se hayan vertido ríos de tinta tan caudalosos, a la que haya algo verdaderamente novedoso y valioso que aportar. Sumado a todo ello el ancestral aburrimiento que me produce hablar sobre temas tan generales, antes de empezar a machacar el teclado decido ponerme (del verbo ponerse: drogarse, chutarse) una de mis películas favoritas, ‘12 hombres sin piedad’ (‘12 Angry Men’, Sidney Lumet, 1957), con la esperanza de que me sugiera suficientes ideas como para pergeñar un par de párrafos sobre lo que es para mí esa cosita de la igualdad. Ya puestos, recomendaría a todo aquel que no haya visto la película en cuestión que dejase de leer ahora mismo y se largase a remediarlo, pues se trata de una de esas obras de las que solemos decir que si todo el mundo las viera, o se exhibiesen en las escuelas, el mundo sería un lugar mejor, y porque el magistral debut de Lumet ilustra este concepto que vamos a tratar mucho mejor de lo que yo pueda llegar a hacerlo; pero como eso sería trampa, y tengo que ganarme el sueldo (guiño, guiño), seguiré escribiendo, y el que lee, que siga leyendo.

lunes, 25 de junio de 2012

La igualdad

«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros» — Artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Todos los seres humanos somos iguales. Más allá de lo que podría diferenciarnos —razones genéticas, pese a que compartimos, de media, un 99,9% del genoma; intelectuales, aunque la inmensa mayoría tiene capacidad de abstracción mental suficiente; emocionales, pero la mayoría guarda una semejanza al menos en las pasiones más puras; físicas; o socioeconómicas—, nos une la posibilidad de ser libres y, en este estado, poder buscar destintos fines como son la autorrealización —sea del tipo que sea— o la felicidad.

Me resulta difícil que alguien niegue esto —aunque el mismo Mariano Rajoy, presidente del gobierno, lo hiciese en su juventud (http://goo.gl/WHC8j)— y por ello me sorprendió especialmente escuchar a un neurólogo en un documental —en Redes, creo— expresarse sobre la libertad como causa de infelicidad, frente a la satisfacción que puede ser dada por una recompensa tras el cumplimiento de una labor impuesta. Esta teoría me parece algo explicable, simplemente, en la asimilación de roles y conformismo con respecto a la situación de subyugación y, además, me recuerda uno de los lemas del Ingsoc, en 1984:  «La libertad es la esclavitud».

«La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados», dijo Winston Smith en la antes mencionada novela de George Orwell. No puedo negar esa afirmación, pero tampoco puedo utilizarla como algo más que un ejemplo de lo que realmente significa el término.

Todas las ideologías modernas se basan en él. Haciendo un pequeño resumen diríamos que el liberalismo reclama la libertad de comercio, el comunismo defiende la libertad de ser dueño del propio trabajo y de sus frutos, el anarquismo se fundamenta en la libertad de poder ser uno el responsable de las propias acciones —dando preferencia a la ética sobre la política— y que el personalismo defiende la libertad de poder crecer como individuo —la autorrealización— pese a saber y aceptar la sociedad como inicio y fin de las acciones de este.

Me es también posible determinar las ideologías anteriores al siglo XVIII bajo el prisma de esta palabra —la libertad para amar a Dios y al prójimo en el cristianismo, la libertad para buscar el placer en el hedonismo, etc— y esto se debe a lo que significa para mí.

La máxima libertad para los hombres es la libertad de elegir el propio destino. Esta solo es posible si se tiene conciencia de ella y de la ajena y se lucha porque todos, por igual, puedan decidir sobre si mismos (y sobre nadie más).

En la actualidad solo somos puntos aislados en cierto nivel de altura de una red tridimensional que no son conscientes realmente de su situación por no tener la posibilidad de elevarse sobre dicha red. Por lo explicado se deduce que existen relaciones de igualdad, pero también de jerarquía, lo cual niega la posibilidad de la libertad y, por tanto, de la igualdad.

Ya nacemos en el cubo y se nos condiciona con propaganda y afirmaciones basadas en la fe de quien escucha para que sigamos los roles de un sistema que se basa en la libertad de unos pocos para fijar el destino de sus iguales en niveles inferiores. Quién sabe si esto será parte de la condición humana; lo que seguro que no es, es justo pues, como dije al comenzar, todos los seres humanos somos iguales.