viernes, 29 de junio de 2012

Una bala en el cerebro iguala a todos los hombres.

El señor Nicklas Herbert pertenecía a ese grupo de gente que veía peligros y amenazas en todas partes, ya fuera en los ojos del cartero o en el modo de tenderle el periódico el kiosquero de la esquina.
Filtrando el humo del cigarro a través de los labios entreabiertos, perforó con altivez al hombre que tenía enfrente: bajo, de constitución fuerte, rozaría la treintena. Pese a que una pequeña estufa caldeaba el despacho no se había quitado la chaqueta de cuero. Aquel hombre debía salvarle la vida.
- Alguien quiere matarme, Peter.
Peter no recordaba el momento en el que había pasado de aceptar emocionantes casos de asesinos en serie a las paranoias de un viejo cualquiera. El problema era que, aunque fuera una paranoia… el hombre que le hablaba no era para nada un Don Nadie.
Conocía al multimillonario Nicklas Herbert desde que era un niño que no levantaba dos palmos del suelo. Criado en Arizona, pronto pasaría de chaval travieso a niño de papá. Y de niño de papá no tardó en evolucionar a multimillonario gracias, sin lugar a dudas, a la bonita herencia de su padre.
- Si cada vez que dijeras esa frase me dieras la calderilla que llevas en los bolsillos seguramente el multimillonario sería yo y no tú. ¿Quién es ahora? ¿El cartero, el lechero? ¿Quizá tu chófer?
- Esta vez es cierto, Peter… - Mordiéndose el labio inferior, Nicklas se mesó un cabello sembrado de espigas blancas – Ya no me atrevo a salir en la radio o en la televisión. Ahí fuera hay alguien que quiere robarme mi dinero, seguramente es un imbécil insatisfecho con su vida que quiere ser el centro de atención del mundo. Se cree que puede superar a la mayor fuerza de seguridad del estado, se cree que el mundo no se movilizará para detenerle…
El detective suspiró, entre hastiado y profundamente cabreado. Los anillos de oro del ricachón arrancaban destellos de la lámpara que iluminaba el cuarto.
- Definitivamente, te has vuelto loco – Peter apagó su propio cigarro en el cenicero y le fulminó con sus ojos azules – No pienso ayudarte. ¿Sabes qué rompió nuestra amistad? Tú. Tú y tu altivez, tú y tus pretensiones de que todo el mundo viviera únicamente para servirte, para admirarte. Y ahora apareces aquí, diez años después de la última vez, con la misma canción. Tu problema es que te crees un dios y no lo eres. El dinero no te hace superior, voy a darte un consejo antes de echarte a patadas de aquí – el detective tomó aire en silencio antes de susurrar – cuando ese hombre te encuentre y te mate, entonces te darás cuenta de que, con una bala incrustada en el cerebro todos los hombres son iguales. 

jueves, 28 de junio de 2012

Donde somos iguales


Mis pantalones valen más que los tuyos. Conozco a más gente que tú. He estado en más lugares que tú. Tengo, valgo más que tú. Así funciona la “sociedad” de estos tiempos, si bien hay días que discrepo hasta en el nombre, ya que el sustantivo sociedad implica un fin común, que ciertamente no tenemos.
Supongo que al principio no éramos más que viajeros grises desprovistos de poder. Las diferencias emergieron cuando empezamos a conquistar el espacio que nos rodeaba y el error radica hoy día en la convicción de que aquello que conquistamos nos hace más grandes. Antes de creer poseer el corazón de una persona, un espacio físico o incluso una vida. De suponer que existe un tiempo que nos pertenece. Antes de todo, éramos iguales.
Si nos deshiciésemos de cuanto creemos nuestro, podríamos hallar en nuestras entrañas el lugar donde todos somos iguales. Mas la clave de la supervivencia -quieran o no admitirlo- es pisar a los demás.
Está en mi naturaleza hallar esperanza en los lugares más oscuros, por lo que no puedo evitar pensar que bajo tanta superficialidad hay personas de verdad, que algún día veremos por dentro… Y que en ese interior, la igualdad existe.
¿Y si todos rescatásemos a aquel viajero gris?

miércoles, 27 de junio de 2012

Igualdad: Sobre el racismo y la xenofobia.



El otro día, cotilleando en perfiles ajenos de la red social Tuenti - y es que  soy  un poco maruja en mis horas muertas- , me encontré con una foto de alto contenido xenófobo. La imagen en cuestión llevaba el "sello" de DN Democracia Nacional), que para quien no lo sepa es un partido político de ultraderecha, totalmente legal y de irrefutable honradez - o eso proclaman sin que ningún eco les contradiga sin tapujos y a la cara-. Este partido que opera con total impunidad y libertad a pesar de la violencia silenciada que arrastran sus actos y miembros en sí, tiene como líder a un personaje de dudosa educación que en su cruzada particular contra la inmigración, ha declarado en varias conferencias, entrevistas y mitines cosas como: << (...) esta es nuestra tierra, y vamos a defenderla, sea como sea>>. Y es que le encanta dejar totalmente claro el racismo que le corroe. Sin embargo, y como os digo, todo totalmente legal y con principios, claro, no como otros partidos como Bildu. Pero ese ya es otro tema.
Volviendo a la imagen - que me voy por los cerros de úbeda- . Tres ovejas de blanco angelical, una de ellas dándole una coz en el culo a una oveja negra, que ya iba encarando hacia Gibraltar de mala manera. Inmediatamente comprobé que, efectivamente, estaba en el perfil de un "viejo conocido". De estos con los que coincides un sábado por la tarde de chiripa, porque tu amigo y su amigo son amigos de su primo. De esos que te envían su petición de amistad el mismo día ya de madrugada. De los que no vuelves a ver vamos. Quise pensar que era todo una terrible mofa, que la habrían subido para ponerles a caldo. Cavilé la posibilidad de cerrar la ventana e irme con ese pensamiento, tranquilo y feliz en mi ignorancia. Pero no, bajé a leer los comentarios de la foto tan rápido como me permitió el movimiento del dedo sobre la ruleta del ratón. Y ahí me quede, albino y como si me hubiesen dado la coz a mi pero en la cabeza. Un desfile de palabras malsonantes y despectivas que decían más por separado que juntas dada la capacidad de los individuos en cuestión para unirlas. Hablaban sobre todo -y fue lo que más me chocó- de la raza aria, de la pureza de las razas arias y el asco que les producía los mestizajes.
Esperé a asimilarlo un poco más, oxigene y me fui directo a buscar alguna foto en la que saliera la cara de los etiquetados sobre las ovejas blancas, en especial la que daba la coz.
Conforme buscaba una foto que salieran todos juntos - tenían pinta de ser el típico grupito de amigos - e iba pasando más y más fotos, mi sonrisa se iba haciendo más grande. Ya para cuando encontré una foto en la que comprobé que salían todos, yo ya reía a plena carcajada. No sé si por no llorar pero el caso es que no me podía aguantar. Y los decibelios iban en aumento conforme iba mirando para uno y para otro. La raza aria española, ya sabéis a cual me refiero.
Me quedé con ganas de comentar, de decirles cuatro cosas, pero será que mi cupo para ese día reventó por los cuatro costados. Y también con la espina clavada de comentar sobre ello, por eso aprovecho para hacerlo hoy. Solo me queda el mal sabor de boca, por no hablar también de la igualdad de género, me vais a tener que perdonar.
Eso sí, luego aún con mi postura frente al racismo, pasará algo y llamaré gilipollas a un magrebí o sudamericano, simplemente porque me pueda parecer un gilipollas; y me llamarán racista.
Pero extrañamente, les diré, que conozco más gilipollas españoles que extranjeros. Y que echaría a todos los gilipollas sin distinción de raza, cultura, sexo o clase social. Eso sí que es igualdad, ¿eh?

martes, 26 de junio de 2012

(des)igualdad


Recibo con notable desconcierto la noticia de tener que escribir acerca de la igualdad. Difícil imaginar una cuestión menos delimitada, sobre la que además se hayan vertido ríos de tinta tan caudalosos, a la que haya algo verdaderamente novedoso y valioso que aportar. Sumado a todo ello el ancestral aburrimiento que me produce hablar sobre temas tan generales, antes de empezar a machacar el teclado decido ponerme (del verbo ponerse: drogarse, chutarse) una de mis películas favoritas, ‘12 hombres sin piedad’ (‘12 Angry Men’, Sidney Lumet, 1957), con la esperanza de que me sugiera suficientes ideas como para pergeñar un par de párrafos sobre lo que es para mí esa cosita de la igualdad. Ya puestos, recomendaría a todo aquel que no haya visto la película en cuestión que dejase de leer ahora mismo y se largase a remediarlo, pues se trata de una de esas obras de las que solemos decir que si todo el mundo las viera, o se exhibiesen en las escuelas, el mundo sería un lugar mejor, y porque el magistral debut de Lumet ilustra este concepto que vamos a tratar mucho mejor de lo que yo pueda llegar a hacerlo; pero como eso sería trampa, y tengo que ganarme el sueldo (guiño, guiño), seguiré escribiendo, y el que lee, que siga leyendo.

lunes, 25 de junio de 2012

La igualdad

«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros» — Artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Todos los seres humanos somos iguales. Más allá de lo que podría diferenciarnos —razones genéticas, pese a que compartimos, de media, un 99,9% del genoma; intelectuales, aunque la inmensa mayoría tiene capacidad de abstracción mental suficiente; emocionales, pero la mayoría guarda una semejanza al menos en las pasiones más puras; físicas; o socioeconómicas—, nos une la posibilidad de ser libres y, en este estado, poder buscar destintos fines como son la autorrealización —sea del tipo que sea— o la felicidad.

Me resulta difícil que alguien niegue esto —aunque el mismo Mariano Rajoy, presidente del gobierno, lo hiciese en su juventud (http://goo.gl/WHC8j)— y por ello me sorprendió especialmente escuchar a un neurólogo en un documental —en Redes, creo— expresarse sobre la libertad como causa de infelicidad, frente a la satisfacción que puede ser dada por una recompensa tras el cumplimiento de una labor impuesta. Esta teoría me parece algo explicable, simplemente, en la asimilación de roles y conformismo con respecto a la situación de subyugación y, además, me recuerda uno de los lemas del Ingsoc, en 1984:  «La libertad es la esclavitud».

«La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados», dijo Winston Smith en la antes mencionada novela de George Orwell. No puedo negar esa afirmación, pero tampoco puedo utilizarla como algo más que un ejemplo de lo que realmente significa el término.

Todas las ideologías modernas se basan en él. Haciendo un pequeño resumen diríamos que el liberalismo reclama la libertad de comercio, el comunismo defiende la libertad de ser dueño del propio trabajo y de sus frutos, el anarquismo se fundamenta en la libertad de poder ser uno el responsable de las propias acciones —dando preferencia a la ética sobre la política— y que el personalismo defiende la libertad de poder crecer como individuo —la autorrealización— pese a saber y aceptar la sociedad como inicio y fin de las acciones de este.

Me es también posible determinar las ideologías anteriores al siglo XVIII bajo el prisma de esta palabra —la libertad para amar a Dios y al prójimo en el cristianismo, la libertad para buscar el placer en el hedonismo, etc— y esto se debe a lo que significa para mí.

La máxima libertad para los hombres es la libertad de elegir el propio destino. Esta solo es posible si se tiene conciencia de ella y de la ajena y se lucha porque todos, por igual, puedan decidir sobre si mismos (y sobre nadie más).

En la actualidad solo somos puntos aislados en cierto nivel de altura de una red tridimensional que no son conscientes realmente de su situación por no tener la posibilidad de elevarse sobre dicha red. Por lo explicado se deduce que existen relaciones de igualdad, pero también de jerarquía, lo cual niega la posibilidad de la libertad y, por tanto, de la igualdad.

Ya nacemos en el cubo y se nos condiciona con propaganda y afirmaciones basadas en la fe de quien escucha para que sigamos los roles de un sistema que se basa en la libertad de unos pocos para fijar el destino de sus iguales en niveles inferiores. Quién sabe si esto será parte de la condición humana; lo que seguro que no es, es justo pues, como dije al comenzar, todos los seres humanos somos iguales.