Mis pantalones valen más que los tuyos. Conozco a más gente
que tú. He estado en más lugares que tú. Tengo, valgo más que tú. Así funciona la
“sociedad” de estos tiempos, si bien hay días que discrepo hasta en el nombre,
ya que el sustantivo sociedad implica un fin común, que ciertamente no tenemos.
Supongo que al principio no éramos más que viajeros grises
desprovistos de poder. Las diferencias emergieron cuando empezamos a conquistar
el espacio que nos rodeaba y el error radica hoy día en la convicción de que
aquello que conquistamos nos hace más grandes. Antes de creer poseer el corazón
de una persona, un espacio físico o incluso una vida. De suponer que existe un
tiempo que nos pertenece. Antes de todo, éramos iguales.
Si nos deshiciésemos de cuanto creemos nuestro, podríamos hallar
en nuestras entrañas el lugar donde todos somos iguales. Mas la clave de la
supervivencia -quieran o no admitirlo- es pisar a los demás.
Está en mi naturaleza hallar esperanza en los lugares más
oscuros, por lo que no puedo evitar pensar que bajo tanta superficialidad hay
personas de verdad, que algún día veremos por dentro… Y que en ese interior, la
igualdad existe.
¿Y si todos rescatásemos a aquel viajero gris?

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